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Sociedad

El nuevo movimiento proisraelí en Estados Unidos

Ago 22, 2006
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En un país cuyos ciudadanos abandonan los partidos polí­ticos para integrarse a las iglesias evangélicas, el condicio­namiento de la opinión pública empieza por la manipulación de los creyentes. Paralelamente a la preparación de la ofen­siva contra el Líbano, el Pentágono y el ejército israelí montaron el CUFI, una federación que reúne a los cristianos sionistas y cuyo objetivo es transformar a 50 millones de adeptos de las iglesias evangélicas en militantes a favor de la guerra.

Con vistas a garantizar el apoyo de la opinión pública es­tadounidense a la guerra contra el Líbano –y probablemente contra Siria e Irán–, el Pentágono y Tsahal [ejército israelí] crearon, a finales de 2005, una estructura proselitista encar­gada de movilizar 50 millones de adeptos de las iglesias evangélicas.

El eje central de la operación consistió en integrar a los lí­deres de estas a una estructura ideológica única que res­ponde al nombre de Christians United for Israel (Cristianos Unidos por Israel – CUFI). La función de este nuevo grupo no es reemplazar al AIPAC (American Israel Public Affairs Committee) en lo referente al cabildeo dentro de la clase dirigente sino pro­pagar la teología sionista en el seno de las iglesias evangélicas y más allá para que la mayoría de los estadounidenses per­ciba el apoyo a las ofensivas israelíes como un deber reli­gioso.

En enero de 2006 se publicó un libro que causó sensa­ción, Jerusalem Countdown: A Warning to the World… the Last Opportunity for Peace (El conteo inverso de Jerusalén: una alerta para el mundo… la última oportunidad para la paz). Este volumen obtuvo inmediatamente, y mantuvo du­rante tres meses, las mejores cifras de venta en los su­permercados estadounidenses.

Trataremos de resumir el contenido de este libro sin por ello perder en profundidad. En él se afirma que Irán es un país dirigido por fanáticos que quieren borrar a Israel del mapa lanzando una bomba atómica sobre Jerusalén. Des­pués de la invasión de Israel por musulmanes y rusos, Es­tados Unidos tendría que librar una segunda guerra por el control de Israel contra China y la Unión Europea.

Esa gue­rra daría lugar al surgimiento del Anticristo bajo la forma de presidente de la Unión Europea. Finalmente, una terrible guerra atómica pondrá fin a ese ciclo. La batalla decisiva tendrá lugar en Meggido (Armagedón). Radiante, Cristo po­drá entonces volver a la tierra para recompensar a quienes creyeron en él. Por suerte, el ejército israelí y el Pentágono pueden hacer que la balanza se incline del lado correcto mediante una intervención preventiva, recurriendo incluso a la utilización de nuevas bombas nucleares tácticas. Así que la solución consiste en ir a la guerra sin más dilación.

El autor de este best-seller de índole militar y religiosa es el pastor tejano John Hagee, nueva vedette del cristianismo sionista.

Orígenes del cristianismo sionista

Históricamente, el sionismo es un fenómeno cristiano desde mucho antes de ser judío. Los cristianos sionistas se creen un segundo pueblo elegido y piensan que su destino está ligado al del pueblo judío. Para ellos, el regreso de Cristo se producirá únicamente cuando los judíos se hayan reagrupado en Palestina. Para propiciar el fin de los tiempos tendrían por tanto que volver a crear un Estado para los ju­díos sin tener miedo a provocar cataclismos apocalípticos.

El primer jefe de Estado que pretendió convertir su país en un segundo Israel y llamar a la creación de un Estado judío en Palestina fue el puritano inglés Oliver Cromwell, en el si­glo XVII. Luego de la restauración de la monarquía sus se­guidores fueron expulsados del reino o huyeron a Irlanda del Norte y los Países Bajos. Más tarde fundaron colonias en África austral y en América. Pero esa corriente político-reli­giosa no desapareció del todo en Inglaterra. Incluso encon­tró una nueva forma de expresión en el primer ministro de la reina Victoria, Benjamín Disraeli, quien constituye hoy la principal referencia histórica de los neoconservadores. Sin embargo, los rabinos fueron siempre enérgicamente opuestos a la creación de un Estado judío.
En el siglo XII los rabinos rechazaron incluso una proposi­ción del rey Saladín el Magnífico, y, en ese sentido, no cambiaron de opinión en mucho tiempo.

Los cristianos sionistas tuvieron que esperar hasta el siglo XIX y la aparición del nacionalismo de Theodor Hertzl para encontrar al fin judíos secularizados que apoyaran sus pla­nes.

Como demostró Jill Hamilton, la decisión de crear en Pa­lestina un «hogar nacional judío» tomada por Llyod George y Lord Arthur James Balfour en 1917, que dio lugar a nume­rosas justificaciones retóricas, no es más que la culminación del acercamiento entre cristianos sionistas y nacionalistas judíos.

Esa alianza enfrentaba, sin embargo una contradicción: el antisemitismo cristiano. En efecto, los cristianos sionistas afirmaban que en el último momento los judíos tendrían que abrazar la fe de Cristo o serían arrojados al infierno. O sea, el buen judío sería el judío convertido al cristianismo. Como quiera que sea, los intereses coincidentes a corto plazo se antepusieron a ese tipo de consideración y llegaron a con­vertirse en política.

Durante la Guerra de los Seis Días (1967), Israel tomó conciencia del peso electoral de las sectas evangélicas sio­nistas en Estados Unidos y comenzó a financiar al líder de estas, el pastor Jerry Falwell, cofundador de la Moral Majo­rity [7]. En 1978, Falwell fue invitado a plantar árboles en la «Tierra prometida» y dio su nombre a un bosque. En 1979, el gobierno israelí le ofreció un jet privado para contribuir a su ministerio religioso. En 1980, el primer ministro Menahem Begin le hizo entrega solemne de la medalla Zeev Jabo­tinsky, que lleva el nombre del pensador de extrema dere­cha que le sirvió de mentor y cuyo secretario no era otro que el padre de Benjamín Netanyahu.

Esa alianza se institucionalizó en septiembre de 1980. En ocasión del voto de una resolución del parlamento israelí que proclama Jerusalén como capital de Israel, lo cual constituye una franca violación del derecho internacional, Begin financia la creación de la Embajada Cristiana Interna­cional de Jerusalén (International Christian Embassy Jeru­salem). Este organismo desarrolla el turismo evangélico y recoge fondos entre los peregrinos para financiar la inmigra­ción judía. Para facilitar las cosas, el mismo organismo abre un «consulado» en cada Estado de los Estados Unidos.

En agosto de 1985, la Embajada organiza con las autori­dades del régimen del apartheid el primer Con­greso Mundial de Cristianos Sionistas. El congreso tuvo lugar en Basilea (Suiza) en la misma sala en que Theodor Herzl había creado el movimiento judío sionista 98 años antes.

En octubre de 2003, los cristianos sionistas sellaron su alianza con los neoconservadores en el marco de la Cumbre de Jerusalén, en presencia de Ehud Olmert y de Benjamín Netanyahu.

Finalmente, el 5 de enero de 2004, el buró de la Cum­bre de Jerusalén creó un grupo ad hoc de 14 miembros del parla­mento israelí bajo el nombre de Christian Allies Caucus.

Todas estas operaciones se han desarrollado con ayuda de la Fellowship Foundation, organización particularmente discreta que supervisa y financia desde el Pentágono una pléyade de iglesias evangélicas a través del mundo.

Kaosenlared.net

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