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Sociedad

Los nombres de la Biblia no pasan de moda en Bolivia

May 24, 2007
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Los nombres bíblicos mantienen su primacía en Bolivia. Un reporte de la Corte Nacional Electoral, sobre la elección que han hecho los padres para los niños inscritos entre noviembre, diciembre y enero recientes, confirma esta tendencia matizada, eso sí, por una respetable cantidad de “extranjerismos” convertidos en bolivianismos y casi ningún nativismo.

Las actas donde figuran 19.279 niños muestran que las preferencias —para un nombre solo o para los compuestos— son María (406), Juan (330), José (249), Jesús (100), Rosa (80) y Pedro (92) casi todos bíblicos o vinculados con santos católicos.

El antropólogo Milton Eyzaguirre considera que este predominio, sobre todo en las áreas rurales, es un resabio de tiempos de la colonia. Por eso, en comunidades como Arque y Tapacarí (donde Yves-Marie Van Damme hizo fotografías) se encuentran nombres casi desaparecidos de las ciudades, como el de Epifania, Jesusa, Encarnación, Celestino, Pascual y Nicolasa.

Pero además, hoy, con la migración de gente hacia los espacios urbanos, “al no encontrar la comunidad integrada a la que están acostumbrados, se acercan a los grupos religiosos que les acogen y, a cambio, los hijos toman nombres de evangelistas y otros.

Jeannethe de Vargas, una mujer citadina que acababa de dar a luz a su primogénito el 9 de mayo, escogió llamarle Juan José. “Soy católica, pero no practicante. El nombre me gusta, es un homenaje a un ser querido y no me puse a pensar si era bíblico o no”. En cualquier caso, “el nombre iba a ser uno castellano, nada de escrituras difíciles, pues yo tengo problemas por ello”.

Mancy Ábalos, mamá de dos niños, puso al que nació en abril último, Gabriel. “Quiere decir protegido de Dios. Mi hijito tenía el cordón umbilical envuelto en el cuello. Se salvó de milagro y sin cesárea. Por eso el nombre es el más adecuado”.

Jeannethe apunta a otro fenómeno que el lingüista Carlos Coello denomina técnicamente “préstamos onomasiológicos” o, para hacerlo más simple, “calcos de lenguas extranjeras”. Porque una cosa es nombrar John, Brian, Michael, Jonathan y otra Jhon, Brayam o Brayan, Maicol, Jhonatan y Deivid (David leído en inglés). Y de estos casos, a singularidades como Mosoline, No, Exon, Merling, Pepebray, Mosita y otros hay un paso. Y el nombre no es lo de menos, pues tal vez entre estos niños se encuentre el futuro presidente de Bolivia.

En las listas proporcionadas por la Corte Nacional Electoral llama la atención la casi desaparición de nombres que hace algunos años se habían hecho familiares, al menos en las áreas urbanas andinas: Huáscar, Naira, Wara, Kantuta, etc. Los únicos que aparecen son Naira, escrito a veces como Nayra (cuatro casos) y Wara (uno).

La relación de estos apelativos aymaras con los que se toman de idiomas extranjeros es absolutamente desigual. Es llamativa la presencia, sobre todo, de nombres tomados del inglés. Luego hay algunos del alemán, del japonés, francés y hasta del árabe. Casi siempre en una especie de traducción —el mencionado calco— al castellano.

Un ejercicio para identificar el origen de este último tipo de nombres, hoy muy presentes entre los chicos bolivianos, da lo siguiente: Brian (brayan) se popularizó a raíz del niño que acompañaba a Alf (fines de los 80) en la serie televisiva sobre un extraterrestre. Brandon salió de la serie Beverly Hills (90), donde uno de los guapos protagonistas respondía a ese nombre.

Jonathan (yonatan) se introdujo con fuerza desde la serie Quién manda a quién (90). Más reciente es el Hermione, la amiga de Harry Potter, que en las listas nacionales aparece como Germayory.

El sociólogo Danilo Paz tiene una hipótesis que invita a reunir datos para confirmarla. Él dice que entre los sectores periurbanos de las ciudades, y cada vez más en las áreas rurales que reciben la influencia de la televisión, los nombres extranjeros son una forma de marcar diferencia, de acercarse al mundo lejano, el de los exitosos, guapos y populares.

En las clases media y alta, dice Paz, más bien se eligen nombres tradicionales. De allí la fuerte presencia de niños llamados Nicolás, Sebastián, Mateo, Matías, Camila, David, Alejandra, Miguel Ángel, Carlos, Gabriel y otros que, como se ve, entran en la tendencia de los nombres bíblicos vinculados con la religión.

Una costumbre aún frecuente, aunque cada vez menos determinante, es la consulta de almanaques como el Bristol o el Argote para identificar al santo patrono. Carolina de Fernández, que tiene un bebé de tres meses y que estaba en la consulta al pediatra en el hospital San Gabriel, explica que su madre compró el Argote en la feria 16 de Julio de El Alto antes de que nazca el nieto.

“Cuando me trajeron para dar a luz, lo primero que mi mamá puso en el maletín fue el almanaque. Mi hijita nació el 3 de febrero, día de San Blas y San Óscar”. La abuela no se resigna a que la niña se llame Alison Samanta y “cada vez me dice que le va a ir mal, no va a tener quién la proteja, pobre angelito”. Carolina dice que hizo un esfuerzo para seguir la tradición, “pero no iba a ponerle Blasa, yo sufro bastante escondiendo mi segundo nombre que es Idelfonsa ya que nací el 23 de enero”.

Cosa de notarios
Senobia, Senovia, Hellen, Enrrique, Mavel, Albaro, Getrudiz. ¿Nombres con errores ortográficos? La Real Academia de la Lengua dice que en los nombres no hay ortografía, sin embargo, muchos de los cambios de letras, ausencia de acentos y otros se deben a los notarios de fe pública. En el área rural es mucho más difícil que los padres controlen el tema, de manera que allí surgen los nombres más rebuscados.

Es el caso de Giam Carlos, Wily, Wuilmer, Venita, Vaneza, Estiven, Sthepp, Eduin, Mishell, Gavrieli, Mercedez, Deyvit, Deybis, Liceth, Yaqhelyn…

Por supuesto, también está el deseo de los padres que imponen esa forma de escritura o que, en el afán de distinguir a sus hijos del resto de los mortales, crean apelativos como los que están en actas desde noviembre pasado: Berbelin, Belkis, Meeifer, Mayquera, Ayelen, Mireide, Maricia, Zharick, Chardle, Suzeth, Kia, Xaris, Akemi, Karelys, Luider, Lourdde, Sanguile, Nacer, Onoil, Nicefor, Selvy, Jhorsy… Por ahora sólo hay uno de cada cual.

LOS EJEMPLOS
Onomasiológicos o calcos. La escritura de nombres en idiomas extranjeros ha “bolivianizado” varios: Yulisa, Melbin, Jhoseline, Jhosstyn, Madelin, Madeley, Maikol, Malory, Brayan, Deivyt, Estefany, Jhunnior, Greiss, Antony, Jhosward, Yobana, Yhoselin, Jhon, Anai, Al-vhing, Jhordy, Reinjarth, Jhelen, Dayana, Jhennyfer, Neytan, Chlo, Nohemy, Stuard, Neitan, Leidy, Kymberlin, Jhonatan, Jhade, Greheta, Jeidy, Yosselin, etc.

En ascenso. Luego de los bíblicos ya citados, los nombres de mayor consenso actual son: Rodrigo, Brian (y variantes), Alan, Franco, Carlos, Luis, Jhon (y variantes), Jhonatan, Stefany (y variantes) y Brandon.

Código Civil. El artículo 9 establece limitaciones para el nombre que los padres elijan, pues éste no debe ser ofensivo, es decir origen de burla o que influya evidentemente en el desarrollo de su personalidad.

Extranjeros. En Bolivia hay libertad, por lo demás, para nombrar a los hijos. No ocurre como en Argentina, donde hay limitaciones para los apelativos en idiomas extranjeros.

Extremos. Carlos Coello, lingüista, menciona un estudio que está en la revista del instituto del área que él dirige, referido al caso cubano. ´Las rarezas allí llegan a lo increíble, como el ejemplo de Usnavi (de U.S. Navy). En Bolivia hay más recato, sostiene. Aunque no faltan las peculiaridades como las que están en la lista de la CNE: Froctacia, Gustodio, Jalime, Ben Ami, Mártir, Hover Dailot, Esneidy, Esnor, Mercy, Disney, Andruk, Atifan, etc. [Tomado de La Razón, Bolivia]

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