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Sociedad

El fenómeno comercial de la música cristiana

Jun 2, 2008
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Alfredo tiene cuarenta y nueve años y canta todos los domingos en el coro de una iglesia cristiana de Mendoza. Hasta hace doce años atrás, sin embargo, no sólo nunca había pasado por su cabeza cantar en público sino que poco sabía además acerca del cristianismo.

Todo esto cambió para él tras escuchar una canción en un casete que le pasó su hermana. La canción, la misma que todavía le despierta una emoción que se lleva sus palabras, se llama “Como el ciervo brama por las aguas” y es obra del pastor protestante Marcos Witt, el mexicano que revolucionó a comienzos de los noventa la música cristiana incorporando a la misma guitarras distorsionadas, bajos, baterías y otros elementos de la canción pop-rock.

Al día de hoy, este fenómeno ha trascendido las puertas de las iglesia tanto que la industria discográfica -descubriendo oro y salvación en un público que prefiere los cedés originales a la «piratería»- instituyó desde los premios Gardel, por ejemplo, un lote para el «Mejor Álbum Cristiano», calco que este año se colocó sobre las tapas del último trabajo de Rescate, «Buscando Lío», el cual que se convirtió en las ultimas semanas en el disco más vendido de nuestro país, relegando a puestos inferiores a gigantes como High School Musical, Los Piojos o Gustavo Cerati.

ENTRE DOS AGUAS

Charlando con Alfredo acerca de referentes de música cristiana en la provincia nos habla de Estruendo, un grupo de rock conformado a mediados de los noventa que tocó en bares y plazas de la provincia durante doce años, llegando a participar de un festival en el Estadio Malvinas ante más de 15.000 personas.

Estruendo abrió camino en Mendoza andando entre dos aguas, lo que hizo que en sus comienzos fueran mirados con desconfianza tanto por el ámbito rockero como por el cristiano.

Así como los Rescate, quienes en su discurso de agradecimiento por el Gardel manifestaron que lo suyo “fue siempre llevar a Jesucristo a las calles, un Jesucristo al alcance de la gente, de donde nunca se tendría que haber ido”, los jóvenes de Estruendo buscaron otra alternativa al estilo convencional de música que sonaba dentro de una iglesia: “Lo que se toca dentro de un templo tiene que ver con un estilo más soft tal vez por el público mismo, ya que ahí hay gente de todas las edades.

Nuestro compromiso desde la música tuvo que ver más con las puertas de la iglesia hacia afuera. Creo que uno de los errores más grandes que a veces comete el pueblo cristiano tiene que ver con el hecho de no decodificar la realidad de la gente, o sea, es como que es la gente la que se tiene que codificar a ese lenguaje. Lo que nosotros intentamos hacer fue sacar la música de ahí y meternos entre la gente, y eso llevó a un estilo quizá más agresivo pero comprometido con la realidad”.

El grupo siempre se movió a pulmón, a la manera de un grupo independiente. Consultado acerca del interés actual de los sellos multinacionales por la música cristiana, Lucas sostiene: “El mensaje trasmitido desde un sello trae beneficio para la banda y para la empresa discográfica. Si bien no me gusta sectorizar y hablar de un público cristiano, sí se pueden identificar ciertas convicciones como considerar la grabación de discos como piratería, como una práctica ilegal que además perjudica al músico.

Entonces prefieren no practicarla, aún cuando el músico percibe muy poco dinero de cada disco vendido y son más las regalías que quedan para la industria que para el talento creativo. Frente a esa realidad, un público que apuesta más a tener su disco original implica una rentabilidad para la empresa discográfica. Hay un altísimo porcentaje de cristianos que consumen música original, y eso en cierto punto hizo a este movimiento atractivo para los sellos”.

UNA FAMILIA ESPECIAL

El público que asiste a los shows de bandas cristianas no difiere al de uno de rock tradicional: son en su mayoría jóvenes que se reparten entre pogos, arengas, baile y un mirar tranquilo.

También, como sucedió con el rock en general, los lugares para tocar casi desaparecieron después de Cromañón, y hoy en día no hay un lugar concurrido con asiduidad por la escena sino que esta se reparte entre bares y eventos aislados. Las que sí suelen diferir son las costumbres de los integrantes de las bandas.

Sucede con los Morales, por ejemplo, una familia bastante especial: papá Walter toca la guitarra acústica, mamá Agustina canta, Brenda toca los teclados, Matías el bajo, Leonardo la guitarra principal y Lucas la batería.

Todos juntos son Exit, un particular grupo de rock mendocino con influencias brit y un mensaje positivo desde las letras. “La verdad es que la banda se dio medio involuntariamente. Empezamos tocando en casa, por el placer de juntarnos y hacerlo, un hobbie que compartía toda la familia. De a poco fuimos comprando una batería usada, un bajo, y así se inició.

No hubo una intención de armar un grupo, se fue dando sólo hasta que otra banda nos escuchó y les gustó, y pasamos de hacer covers de Soda Stereo a escribir nuestra propia música: en el 2001 grabamos un demo a través del cual comenzamos a hacernos conocer en la provincia”, nos cuenta Walter.

“Matías es quien más compone”, cuenta mamá Agustina, y agrega que en estos días su hijo mayor y bajista de la banda está en Dinamarca, adonde fue a visitar a la familia de su esposa y, de paso, presentó las canciones de Exit por los escenarios daneses en formato acústico.

Acerca del mensaje cristiano, Agustina dice que se dio naturalmente: “Nosotros ya veníamos desde hace años en la Iglesia, tratando de llevar una vida natural, no en religión sino en Dios, que no es lo mismo”. El último trabajo de la familia se llama “Todo”. Así como el nombre de la banda, que representa una salida, una puerta hacia la salvación, el nombre del disco también tiene su sentido.

Les comentamos que podrían hacer un reality a la manera de Los Osbourne y todos sonríen de manera muy natural. Walter nos dirá luego que, tanto para él como para Agustina, su esposa, la banda resultó una manera muy fresca y renovadora de reencontrarse con sus hijos.

“Imaginate -concluye-, cada vez que subimos al escenario a tocar todos juntos, frente a un público… ¡Es toda una experiencia!”.

Los Andes

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