NOTICIACRISTIANA.COM.- Vanessa Morris habla sobre el tráfico sexual y sobre cómo puede heredarse de manera generacional, además, cuenta su propio testimonio con este flagelo del que gracias a Dios y a sus tíos pastores pudo salir.
Morris es la Directora de The Fundation United, una organización paraguas que lucha contra el tráfico y el abuso sexual, y busca con su testimonio concientizar a la comunidad para que reconozcan a las víctimas sexuales.
A continuación el testimonio de Morris:
Si bien he sido parte del movimiento contra el tráfico sexual durante más de una década, mi exposición a este mundo oscuro comenzó mucho antes.
Al crecer, nadie usó el término “tráfico sexual”, así que pensé que mi madre era una prostituta y siempre estaba con hombres abusivos. La explotación sexual era algo normal en mi familia, y nunca hablábamos de eso. Ver a mi madre invitar a hombres a nuestra casa, ya fuera un hotel o un departamento, se convirtió en algo tan común que ni siquiera lo cuestioné. Pero sabía que era algo que no se me permitía compartir en la escuela o con amigos.
Eventualmente aprendí la verdad, y que mi madre nunca hubiera elegido esa vida para sí misma. Ninguna niña o niño pequeño sueña con vender su cuerpo por sexo cuando crezca.
Ahora, después de trabajar en el campo contra el tráfico sexual durante más de 10 años, he visto cómo las historias son de libro de texto, la mayoría de las cuales se derivan de la raíz del abuso sexual infantil. Prepara a los niños desde una edad temprana para que digan «sí» a cosas que nunca antes habrían dicho «sí». Les roba su voz y su autoestima, y los límites se vuelven borrosos.
Cuando mi madre me tuvo, ella era solo un caparazón de la persona que alguna vez fue y no sabía cómo salir de este ciclo doloroso de abuso. Ciertamente no sabía cómo ser madre.
Hemos visto que el abuso sexual es cíclico y generacional, continúa porque se silencia y la gente no habla de eso. El abuso generacional tenía raíces en mi línea familiar. Mi mamá, sin siquiera darse cuenta, me estaba preparando para seguir sus pasos. Los mensajes sutiles comenzaron cuando tenía entre 12 y 13 años, con respecto a cómo me vestía, cómo veía el propósito de los hombres y cómo obtener lo que necesitaba para sobrevivir.
Si hubiera podido entender antes lo que realmente estaba sucediendo, nuestras vidas habrían cambiado drásticamente. Lamentablemente, durante mucho tiempo, nadie vio las señales de que estábamos sufriendo porque tampoco estaban equipados para reconocerlas.
Tuve la suerte de que me apartaran cuando era una niña pequeña para vivir con una tía y un tío que eran seguros y cariñosos, pero como muchos saben muy bien, el sistema de bienestar infantil es increíblemente defectuoso. Me devolvieron repetidamente a mi madre, de vuelta a vivir en el peligroso ciclo de abuso y explotación.
Afortunadamente, finalmente me sacaron de ese mundo justo a tiempo, a los 14 años (la edad promedio de ingreso al tráfico sexual es de 12 a 14 años). Al darse cuenta del peligro en el que me encontraba, mi tía y mi tío, que eran pastores, me llevaron a vivir con ellos y cambiaron mi vida para siempre.
Siempre digo que solo Dios puede tomar a la hija de una prostituta y convertirla en hija de pastores. Estoy tan agradecida de que me hayan rescatado. Sé que el ciclo se habría repetido en mi vida si no hubieran intervenido.
La razón por la que mi madre y las generaciones anteriores a ella fueron víctimas del tráfico sexual es que nadie estaba equipado para abordar el tema. La gente no decía: «Este niño de mi clase tiene algunas señales de alerta» o «Se está comportando de manera diferente al año pasado».
Nuestra sociedad a menudo lanza etiquetas, decidiendo: «Ella es solo una chica promiscua», pero esto es lo más importante que debes entender: no existe tal cosa como una put… de séptimo grado. Nuestro fundador y director general lo menciona a menudo y es revelador. La joven en cuestión es solo una niña a la que le robaron sus límites. Nadie en la escuela reconoció las señales.
Tampoco en la iglesia se tomó el tiempo de mirar más profundamente. Nadie habló de lo que sucedió a puerta cerrada en su casa.
Si podemos equipar a las personas y los sistemas para que reconozcan y aborden el problema, ya sea la aplicación de la ley, la atención médica, la educación, la iglesia, entonces el tráfico sexual no seguirá siendo generacional. Afortunadamente, hemos recorrido un largo camino desde que mi madre se convirtió en víctima por primera vez. Hay más conciencia hoy y muchos más recursos para educar y empoderar a aquellos que quieren ayudar a erradicar este problema.
The Foundation United, por ejemplo, ofrece una variedad de programas de capacitación a través de socios como Operation Underground Railroad y Global Strategic Operatives. Gratis con E proporciona «Charla REAL» para iglesias, equipando a adultos y niños por igual para reconocer las señales de advertencia y establecer límites de protección.
Si bien mi madre falleció cuando tenía 51 años, finalmente salió de ese mundo oscuro por lo que considero una serie de eventos milagrosos. Nunca se curó por completo de su dolor, porque no había recursos adecuados para apoyar a los sobrevivientes en ese momento. Si hubiera habido personas y programas que hubieran entendido cómo ayudarla a recuperarse, las cosas hubieran sido muy diferentes para ella.
Aunque ha sido un viaje difícil, ahora puedo usar nuestra historia como un catalizador para el cambio, haciendo mi parte para crear conciencia sobre las realidades del tráfico sexual. Si podemos aprender a hablar sobre estos temas difíciles y tener conversaciones importantes con nuestros hijos, podemos salvar a las generaciones futuras de este ciclo devastador y brindar libertad y sanación a quienes sufren.
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