El nuevo movimiento proisraelí en Estados Unidos
En un país cuyos ciudadanos abandonan los partidos políticos para integrarse a las iglesias evangélicas, el condicionamiento de la opinión pública empieza por la manipulación de los creyentes. Paralelamente a la preparación de la ofensiva contra el Líbano, el Pentágono y el ejército israelí montaron el CUFI, una federación que reúne a los cristianos sionistas y cuyo objetivo es transformar a 50 millones de adeptos de las iglesias evangélicas en militantes a favor de la guerra.
Con vistas a garantizar el apoyo de la opinión pública estadounidense a la guerra contra el Líbano –y probablemente contra Siria e Irán–, el Pentágono y Tsahal [ejército israelí] crearon, a finales de 2005, una estructura proselitista encargada de movilizar 50 millones de adeptos de las iglesias evangélicas.
El eje central de la operación consistió en integrar a los líderes de estas a una estructura ideológica única que responde al nombre de Christians United for Israel (Cristianos Unidos por Israel – CUFI). La función de este nuevo grupo no es reemplazar al AIPAC (American Israel Public Affairs Committee) en lo referente al cabildeo dentro de la clase dirigente sino propagar la teología sionista en el seno de las iglesias evangélicas y más allá para que la mayoría de los estadounidenses perciba el apoyo a las ofensivas israelíes como un deber religioso.
En enero de 2006 se publicó un libro que causó sensación, Jerusalem Countdown: A Warning to the World… the Last Opportunity for Peace (El conteo inverso de Jerusalén: una alerta para el mundo… la última oportunidad para la paz). Este volumen obtuvo inmediatamente, y mantuvo durante tres meses, las mejores cifras de venta en los supermercados estadounidenses.
Trataremos de resumir el contenido de este libro sin por ello perder en profundidad. En él se afirma que Irán es un país dirigido por fanáticos que quieren borrar a Israel del mapa lanzando una bomba atómica sobre Jerusalén. Después de la invasión de Israel por musulmanes y rusos, Estados Unidos tendría que librar una segunda guerra por el control de Israel contra China y la Unión Europea.
Esa guerra daría lugar al surgimiento del Anticristo bajo la forma de presidente de la Unión Europea. Finalmente, una terrible guerra atómica pondrá fin a ese ciclo. La batalla decisiva tendrá lugar en Meggido (Armagedón). Radiante, Cristo podrá entonces volver a la tierra para recompensar a quienes creyeron en él. Por suerte, el ejército israelí y el Pentágono pueden hacer que la balanza se incline del lado correcto mediante una intervención preventiva, recurriendo incluso a la utilización de nuevas bombas nucleares tácticas. Así que la solución consiste en ir a la guerra sin más dilación.
El autor de este best-seller de índole militar y religiosa es el pastor tejano John Hagee, nueva vedette del cristianismo sionista.
Orígenes del cristianismo sionista
Históricamente, el sionismo es un fenómeno cristiano desde mucho antes de ser judío. Los cristianos sionistas se creen un segundo pueblo elegido y piensan que su destino está ligado al del pueblo judío. Para ellos, el regreso de Cristo se producirá únicamente cuando los judíos se hayan reagrupado en Palestina. Para propiciar el fin de los tiempos tendrían por tanto que volver a crear un Estado para los judíos sin tener miedo a provocar cataclismos apocalípticos.
El primer jefe de Estado que pretendió convertir su país en un segundo Israel y llamar a la creación de un Estado judío en Palestina fue el puritano inglés Oliver Cromwell, en el siglo XVII. Luego de la restauración de la monarquía sus seguidores fueron expulsados del reino o huyeron a Irlanda del Norte y los Países Bajos. Más tarde fundaron colonias en África austral y en América. Pero esa corriente político-religiosa no desapareció del todo en Inglaterra. Incluso encontró una nueva forma de expresión en el primer ministro de la reina Victoria, Benjamín Disraeli, quien constituye hoy la principal referencia histórica de los neoconservadores. Sin embargo, los rabinos fueron siempre enérgicamente opuestos a la creación de un Estado judío.
En el siglo XII los rabinos rechazaron incluso una proposición del rey Saladín el Magnífico, y, en ese sentido, no cambiaron de opinión en mucho tiempo.
Los cristianos sionistas tuvieron que esperar hasta el siglo XIX y la aparición del nacionalismo de Theodor Hertzl para encontrar al fin judíos secularizados que apoyaran sus planes.
Como demostró Jill Hamilton, la decisión de crear en Palestina un «hogar nacional judío» tomada por Llyod George y Lord Arthur James Balfour en 1917, que dio lugar a numerosas justificaciones retóricas, no es más que la culminación del acercamiento entre cristianos sionistas y nacionalistas judíos.
Esa alianza enfrentaba, sin embargo una contradicción: el antisemitismo cristiano. En efecto, los cristianos sionistas afirmaban que en el último momento los judíos tendrían que abrazar la fe de Cristo o serían arrojados al infierno. O sea, el buen judío sería el judío convertido al cristianismo. Como quiera que sea, los intereses coincidentes a corto plazo se antepusieron a ese tipo de consideración y llegaron a convertirse en política.
Durante la Guerra de los Seis Días (1967), Israel tomó conciencia del peso electoral de las sectas evangélicas sionistas en Estados Unidos y comenzó a financiar al líder de estas, el pastor Jerry Falwell, cofundador de la Moral Majority [7]. En 1978, Falwell fue invitado a plantar árboles en la «Tierra prometida» y dio su nombre a un bosque. En 1979, el gobierno israelí le ofreció un jet privado para contribuir a su ministerio religioso. En 1980, el primer ministro Menahem Begin le hizo entrega solemne de la medalla Zeev Jabotinsky, que lleva el nombre del pensador de extrema derecha que le sirvió de mentor y cuyo secretario no era otro que el padre de Benjamín Netanyahu.
Esa alianza se institucionalizó en septiembre de 1980. En ocasión del voto de una resolución del parlamento israelí que proclama Jerusalén como capital de Israel, lo cual constituye una franca violación del derecho internacional, Begin financia la creación de la Embajada Cristiana Internacional de Jerusalén (International Christian Embassy Jerusalem). Este organismo desarrolla el turismo evangélico y recoge fondos entre los peregrinos para financiar la inmigración judía. Para facilitar las cosas, el mismo organismo abre un «consulado» en cada Estado de los Estados Unidos.
En agosto de 1985, la Embajada organiza con las autoridades del régimen del apartheid el primer Congreso Mundial de Cristianos Sionistas. El congreso tuvo lugar en Basilea (Suiza) en la misma sala en que Theodor Herzl había creado el movimiento judío sionista 98 años antes.
En octubre de 2003, los cristianos sionistas sellaron su alianza con los neoconservadores en el marco de la Cumbre de Jerusalén, en presencia de Ehud Olmert y de Benjamín Netanyahu.
Finalmente, el 5 de enero de 2004, el buró de la Cumbre de Jerusalén creó un grupo ad hoc de 14 miembros del parlamento israelí bajo el nombre de Christian Allies Caucus.
Todas estas operaciones se han desarrollado con ayuda de la Fellowship Foundation, organización particularmente discreta que supervisa y financia desde el Pentágono una pléyade de iglesias evangélicas a través del mundo.
Kaosenlared.net