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Sociedad

No fueron Reyes sino Magos o pastores y se ignora sus nombres

Ene 5, 2006
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Melchor, Gaspar y Baltasar existieron y sus restos se encuentran en una catedral de Alemania, pero los datos históricos y bíblicos indican que no eran reyes, sino sabios -a quienes en esa época se llamaba «magos»-, o quizás pastores y que tampoco eran esos sus nombres. En la Biblia, San Mateo fue el único evangelista que los tildó de «magos», en tiempos en que persas y caldeos llamaban así a los sabios que cultivaban la ciencia, en especial la astrología.

«Cuando hubo nacido Jesús en Belén de Judea, en tiempos de Herodes, unos magos de Oriente llegaron a Jerusalén y preguntaron: `¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto su estrella en el Oriente y venimos a adorarlo`», escribió Mateo en las Sagradas Escrituras.

Para San Lucas, autor del tercer Evangelio, eran sólo «pastores acampados al raso, que pasaban la noche custodiando su rebaño» y fueron avisados por un ángel del nacimiento de Jesús. San Marcos y San Juan, autores de los dos Evangelios restantes, no mencionaron en sus escrituras la existencia de estos pastores o magos.

Según la Agencia TELAM l a denominación de «reyes» para los tres personajes pudo haber surgido por una confusión generada por el Salmo 71, que señala que a Jesús «los reyes de Tarsis y de las islas le ofrecerán tributos; los reyes de Arabia y de Saba le traerán presentes; y lo adorarán los reyes todos de la Tierra». Esta metáfora sobre la adoración de los poderosos al Niño Dios, como la de Isaías al señalar que «los reyes caminarán el resplandor de su aurora», pudo determinar, por extensión, que también Gaspar, Melchor y Baltasar eran soberanos.

Tampoco en los textos de Mateo ni Lucas se precisa que los magos o pastores eran tres, y en las pinturas de las catacumbas a veces son cinco, pero fue San León quien en el siglo V, durante su papado, determinó que eran tres. Aunque la tradición los llame Gaspar, Melchor y Baltasar, la historia cuenta que San Beda «el Venerable» fue quien ocho siglos después del nacimiento de Jesús los bautizó de esta manera, sin hacer uso de ningún rigor documental.

Los tres magos murieron medio siglo después del nacimiento de Jesús, dice la historia, y una leyenda germana añade que fue tras compartir una última y opípara cena. En el siglo IV, sus restos, que yacían en Constantinopla, fueron trasladados por orden de la emperatriz Helena, a Milán, Italia, y obsequiados a su amigo, el obispo Eustorgius.

A mediados del siglo XII, cuando Federico I invadió Milán, los huesos fueron enviados al Obispado de Colonia, en Alemania, y conservados hasta la actualidad en un sarcófago de plata.

Telam.com.ar

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