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Sociedad

Harold Caballeros deja el púlpito por la política

Nov 21, 2006
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Para él no perder el tiempo significa perseguir una «visión», tal vez su palabra favorita. Por eso, mientras unos le reprochan su espíritu mesiánico, otros lo llaman visionario. Cromwell Cuestas es uno de ellos: «Harold mira cosas donde nadie más las ve. No es acomplejado: enseña a pensar en grande». Cuestas, empresario de Volvo Centroamérica, es su amigo y está en El Shaddai desde 1987. Con él cofundó Visión con valores (Viva), el nuevo partido político con el que el pastor quiere perfeccionar Guatemala.

Los planes de Caballeros van más allá. No se abandona legalmente una iglesia como Shaddai para coordinar un proyecto de país. La ley solo lo exige cuando se aspira a la Presidencia y Vicepresidencia. El ex pastor tiene un proyecto para 2050, «con una meta volante en 2020». Quiere una nación idílica, un País de las Maravillas. Quiere reproducir el fenómeno coreano del siglo pasado.

Plan Visión de País nació de manera fortuita hace seis años. El pastor llegó a pedirle crédito para uno de sus colegios al banquero Diego Pulido y terminaron hablando de las necesidades del país: «Lo que Guatemala necesita», coincidieron, «son planes que no se vean arruinados a cada cambio de legislatura». Trabajaron juntos denodadamente hasta que lograron que los partidos políticos firmaran el pacto recientemente.

En 1988, él vio en National Geographic dos imágenes yuxtapuestas: Seúl, 1960, un lugar devastado tras la guerra. Seúl 1988, la esplendente ciudad olímpica. «Eso lo podemos hacer nosotros», pensó. Cómo lo haría, no estaba tan claro. Primero creyó que con oración y pasó casi 18 años orando, pero luego reparó en que para modificar las estructuras había que «estar en los espacios de decisión»: tendría que esgrimir el poder político.

En el camino hasta ese acuerdo se les habían unido 13 personas más que también actuaron como intermediarios. Entre ellos estaban Jaime Arimany, ex presidente del Cacif (Comité Coordinador de Asociaciones de Agricultura, Comercio, Industria y Finanzas); Adrián Zapata, con un pasado en las filas guerrilleras, y Álvaro Pop, líder indígena.

«En su visión de Dios es un hombre ingenuo y sencillote», asegura el teólogo Samuel Berberián. “Harold”, continúa, «mantiene algunos principios católicos. Por ejemplo la voluntad de que lo religioso rija el Estado».

Pese a que el líder de la Iglesia El Shaddai asegura que de llegar a la Presidencia sabrá separar al hombre pío del seglar, muchas dudas siguen abiertas. Esgrime que al abandonar la abogacía por el pastorado demostró que podía cambiar la ley temporal por la de Dios. Pero ¿resulta tan sencillo regresar? Más aún para un hombre que se ha declarado «absolutamente fundamentalista». Lo explicó en una prédica: «Si fundamentalista quiere decir una persona que aceptó un código innegociable, yo lo soy».

Sin embargo, sus amigos, también los católicos, manifiestan una fe sobrenatural en sus capacidades para separar el púlpito del escaño, y también para dirigir el país. Olivero habla de su pasmosa capacidad para coordinar grupos. Matus y Adrián Zapata consideran que, pese a su sesgo derechista, es buen intermediario entre personas de distintos orígenes.

«Harold», analiza Berberián, «tampoco se integra en una postura evangélica, sino neopentecostal. Con menos preceptos, una teología de la prosperidad», distingue el decano. Eso tiene una explicación sencilla que además da cuenta de por qué fundó su propia iglesia. Harold Caballeros realizó su instrucción en 1981, cuando aún trabaja como abogado, en Lakewood Church, la iglesia evangélica más grande de Estados Unidos, fundada por John Osteen, su mentor. Le ordenaron pastor en noviembre de 1982.

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