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Iglesia

Pastores Mártires en Colombia

Feb 22, 2008
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Por Wolfgang Streich.

Durante las últimas décadas han corrido, en Colombia, enormes ríos de sangre. Si consideramos solamente los asesinatos de una u otra manera relacionados con móviles políticos, que significan muchos millares de vidas humanas violentamente destruidas, encontraremos seguramente una gran cantidad de víctimas pasivas, no propiamente identificadas con una causa. Muchas de esas víctimas fueron asesinadas por el solo hecho de ser parientes de otras víctimas o de potenciales víctimas; por haber sido testigos atónitos de la comisión de algún delito; por ser moradores de zonas de conflicto o por muchas otras razones similares.

Si examináramos más detenidamente muchos de éstos últimos casos desde nuestra perspectiva cristiana, encontraríamos entre ellos numerosos testigos de valores cristianos: hombres y mujeres que soportaron heroicamente los tormentos y la muerte por salvar otras vidas, o por rehusar convertirse en colaboradores de organismos criminales, o por adherirse a grupos y organizaciones donde buscaron materializar de algún modo su opción militante por la justicia y la solidaridad.

Encontramos a personas que habían hecho de la fe cristiana el eje de su vida y en ella fundamentaron todas sus decisiones y compromisos, que conscientemente asumieron, como exigencia de su fe, opciones de vida o de trabajo que les acarrearon la persecución y la muerte. A estos no podemos sino considerarlos como testigos ensangrentados del Reino de Dios.

Todos aquellos casos en que una muerte violenta tuvo efectos, intencionalmente buscados, de interrumpir o de castigar actividades en favor de la justicia que se cimentaron en opciones de fe, nos remiten forzosamente al concepto cristiano del Martirio.

Pastores Mártires

A finales de los 90, las iglesias evangélicas vivieron una época de zozobra en Colombia. Para entonces, en el sur del país, sólo de la Iglesia Pentecostal Unida de Colombia fueron asesinados dos pastores. Según las autoridades, ellos se negaron a cumplir una orden impartida por las Farc, que los conminaba a no predicar en sus zonas de influencia.

Primero fue Diego Molina, asesinado en 1999 en la vereda La Lindosa de Palermo (Huila). Un año después, en Santana Ramos, en jurisdicción de Puerto Rico, (Caquetá), fue ultimado a bala el pastor Carlos Zamboní. Por esos crímenes, hasta el día de hoy, no hay responsables.

Las autoridades colombianas atribuyeron a las FARC el asesinato de dos pastores evangélicos (Julio de 2007) , identificados como Jael Cruz García, de 27 años, y Humberto Méndez Montoya, de 63, en la aldea La Legiosa, al suroeste del país.

Hombres armados los sorprendieron en plena predicación al aire libre y se los llevaron a las 8 de la noche. Al otro día aparecieron sus cadáveres. Los misioneros Jael Cruz García y José Humberto Méndez fueron asesinados con tiros de gracia en la vereda El Dorado, a una hora de Colombia (Huila), de influencia de esa guerrilla.

Méndez, de 65 años, había creado hace 10 años la ´Misión Príncipe de Paz´ y recorría iglesias predicando el Evangelio. Un año atrás había ido de misión a Colombia y planeaba regresar en tres meses a Ibagué para continuar su labor con reclusos de la cárcel de Picaleña.

Según el comandante de la Policía, se desconocen las razones el asesinato aunque dijo que hay indicios de que los dos pastores habían sido acusados por las FARC de auxiliar a los grupos paramilitares en esa región colombiana.

Según testigos del doble asesinato, hombres fuertemente armados llegaron a la aldea en la que vivían Cruz y García, y tras obligarlos a salir de sus viviendas les dispararon a sangre fría.

Afirman los familiares de los pastores asesinados, jamás habían sido amenazados, ni acusados de colaborar con grupos armados ilegales.

El crimen, atribuido por las autoridades a las Farc, ocurrió el mismo día en que millones de colombianos se movilizaban en protesta contra esa guerrilla.

Las Iglesias Evangélicas colombianas denunciaron el asesinato de los pastores y aseguraron que hay un plan de amenazas de muerte de la guerrilla de las FARC para expulsar a los pastores, similar al que han puesto en marcha contra los alcaldes del país. Esta denuncia fue hecha pública por Alfredo Torres Pachón, presidente de la fundación «Cristianos por la paz», que reúne a las Iglesias Evangélicas colombianas.

Manifestaciones de las Iglesias Evangélicas a favor de la Paz

El 4 de Febrero (2008) en varias ciudades del mundo, millones de personas se unieron a la marcha por la paz de Colombia. La iglesia cristiana también fue parte de las voces que clamaron por la libertad de los secuestrados.

En Bogotá se vivieron momentos de mucha emotividad ante la imponente convocatoria de unos jóvenes que tocados por el dolor del secuestro, motivaron a la nación a salir a las calles y dar una voz de aliento y esperanza.

La iglesia cristiana se hizo presente en varios frentes de la ciudad. El pastor Héctor Pardo, de la Iglesia Tabernáculo de fe, recordó las palabras de Jesús: “bienaventurados los pacificadores, los que construyen puentes de paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Como hijos de Dios estamos acá para decirle al Señor que traiga la paz sobre nuestro país. Es un tiempo, no de protestar simplemente, sino de clamar al que tiene el poder de darnos la paz que intervenga en esta nación”, agregó Pardo.

La oración del pueblo cristiano fue testimonio fundamental durante el recorrido. Varias iglesias en Bogotá y en todo el país, marcharon dando testimonio de que hay una esperanza para la paz en Colombia, y es Jesucristo.

Oswaldo Pinzón, presidente de la Asociación de Ministros del Evangelio de Colombia (ADME) dijo que esta fue una oportunidad para que la iglesia cristiana se una, a través de sus pastores y miembros, para decirle No al terrorismo. La marcha no tuvo ningún color político pero representantes cristianos del gobierno local se unieron a esta voz de esperanza.

En el norte de Colombia la turística ciudad de Cartagena también marchó contra la violencia y el secuestro. Más de treinta mil personas salieron a caminar en el centro histórico de la ciudad y a ellos se unió una nutrida delegación de iglesias cristianas.

Adultos, ancianos, niños y hasta discapacitados desafiaron la temperatura. Según la Asociación de Ministros del Evangelio en el Departamento de Bolívar más de 35 iglesias cristianas participaron en la convocatoria ciudadana. Además se unieron para exigir la liberación inmediata de los secuestrados en poder de las FARC.

La Biblia y el Martirio

El significado bíblico del martirio se centra en el sustantivo griego martys, un “testigo”. Otras formas de la palabra son el verbo martyréo, “dar testimonio”, y el sustantivo martyría, que denota el contenido del testimonio dado.

En el Nuevo Testamento, martys designa a un testigo (Mateo 18:16; Lucas 24:48; Hechos 1:8), que puede morir por ese testimonio o no (Hechos 22:20; Apocalipsis 2:13; 17:6). La iglesia cristiana primitiva reconocía a mártires vivos y muertos, añadiendo así una segunda dimensión a la definición de mártir. Apocalipsis 12:11 describe a los mártires como los que han “vencido” a Satanás “por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio [martyría] de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la muerte”. La actitud de “menospreciar sus vidas” es como un eco de las palabras de Jesús: “Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos… y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo” (Lucas 14:26). De este modo, el Nuevo Testamento describe como mártires a las personas cuya prioridad era dar testimonio del poder de Jesús, aun a riesgo de la vida.

El significado de martys, que designaba a alguien que es un testigo, se transformó gradualmente para indicar a uno que murió por haber dado testimonio. De aquí la definición: los mártires cristianos son “los creyentes en Cristo que pierden sus vidas en forma prematura, en situaciones de testimonio, como resultado de la hostilidad humana”.

En la iglesia cristiana primitiva, la muerte era con demasiada frecuencia el resultado del testimonio. De los once discípulos, todos menos Juan sufrieron el martirio. Juan también fue tratado como mártir pues el emperador Domiciano había ordenado que se lo echara en un caldero de aceite hirviendo. Sin embargo, el cuerpo de Juan no reaccionó como lo indican las leyes físicas al ser sumergido en el aceite. Frustrado, el emperador lo exilió a la isla de Patmos “por causa de la palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo” (Apocalipsis 1:9).

La definición de martirio que da el Nuevo Testamento enfatiza, entonces, la virtud de dedicación absoluta del cristiano a las demandas de Jesús. De esta definición podemos aprender mucho acerca del martirio, no sólo de los que murieron como testigos, sino también de quienes estuvieron dispuestos y listos a morir pero que no cedieron a las demandas de los perseguidores sino sobrevivieron sólo por alguna forma de intervención o protección divinas.

La Fuente

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