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Sociedad

Prestigioso profesor de la Universidad de Princeton anuncia el fin del mundo

Ago 14, 2006
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El pasado miércoles se publicaba una Tercera de ABC (reproducción del artículo de The Wall Street Journal), en el cual el arabista norteamericano Bernard Lewis, profesor emérito en la Universidad de Princeton, advertía de los riesgos que corría el mundo el día 22 de agosto.

«Nuestro» 22 de agosto. Porque en el calendario islámico, este año esa fecha corresponde al 27 del mes de Rayab del año 1427, noche en que se conmemora el vuelo nocturno de Mahoma, a lomos del caballo Buraq, hasta la «mezquita más remota» (Jerusalén), y luego hasta el cielo y de nuevo hasta la tierra.

Según este especialista en Oriente Próximo, en esa fecha el presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, podría estar preparando «el fin apocalíptico de Israel y, si es necesario, del mundo».

Al día siguiente, la policía británica abortaba un atentado inminente de corte realmente monstruoso: la destrucción en pleno vuelo de un número aún indeterminado de aviones, en mitad del Atlántico y mediante el empleo de armas químicas (líquidos explosivos introducidos como equipaje de mano).

Apocalipsis, ¿en qué sentido?

Aunque muy respetado en ámbitos académicos, Lewis comenzó a ser conocido para el gran público a raíz del 11-S. Los atentados contra las Torres Gemelas de Nueva York coincidieron con la aparición de su libro más popular: ¿Qué ha fallado? El impacto de Occidente y la respuesta de Oriente Próximo (editado en España por Siglo Veintiuno en octubre de 2002). En él estudia las razones por las cuales las sociedades árabes de predominio islámico, que en tiempos tuvieron un grado de civilización parejo al occidental, en un momento dado se estancaron. Y cómo ciertas corrientes musulmanas culpan a Occidente de ese atraso y buscan una salida en la pureza del Corán, desarrollando una mentalidad victimista y paranoide que está en la raíz del terrorismo fundamentalista.

Que no encontraría, por tanto, razones en la opresión política o la pobreza, sino en el fanatismo religioso. Quizá el ejemplo más claro está en los autores de los atentados del 7-J en el Metro de Londres, o en los que iban a ser asesinos de masas en el complot desarticulado esta semana: una veintena de jóvenes de nacionalidad británica, nacidos en el Reino Unido aunque de origen paquistaní, y de clase media. Y dos de ellos, ingleses «puros» recientemente convertidos al islam.

Aunque Lewis refería su artículo a la «visión apocalíptica del mundo de los actuales gobernantes iraníes», esa visión reside también en «el complejo de suicidios o martirios que afecta a algunas zonas del mundo islámico actual, sin parangón en otras religiones y tampoco, de hecho, en el pasado islámico». En virtud de todo ello, a Ahmadineyad no le importaría que Israel destruyese Irán después de un ataque nuclear iraní contra Israel: la destrucción tiene un valor en sí porque mientras «a las víctimas infieles, es decir, a las no musulmanas, les espera un merecido castigo en el infierno, los musulmanes serán enviados directamente al cielo», explica el profesor.

O los destruimos, o nos destruyen

El diario El Mundo entrevista este sábado a Lewis sobre esta misma cuestión, aunque la abre más allá de Irán y de su cada vez más cercano acceso a la bomba atómica.

Para el estudioso norteamericano está claro que «los terroristas de Al Qaeda, Hizbulá, Irán y Siria se han unido para urdir un plan único y apocalíptico cuyo objetivo es acabar con Israel y Occidente». Y el problema está en que «nuestros enemigos son hombres resueltos y sin escrúpulos, completamente volcados en su voluntad de destruirnos. Ellos creen en sí mismos y en lo que están haciendo, mientras que nosotros carecemos de esa convicción. Estamos pagando la crisis moral de Occidente con una mezcla explosiva de corrección política, complejo de culpa liberal y multiculturalismo. Me refiero, sobre todo, al caso de Europa».

Y se muestra partidario de liberar a los pueblos subyugados por el fundamentalismo de sus «tiranos» y «regímenes autocráticos»: «Créame, tenemos que liberarlos, porque si no, nos destruirán».

Desde luego, con el complot desarticulado por la policía británica pocas horas antes de ponerse en marcha, lo intentaron. No es el Apocalipsis de la Biblia, pero a quienes cayeran en él ¿qué les importa la diferencia?

ElSemanalDigital

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