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Sociedad

Terremoto en Perú: Como se vivió en el piso 9

Ago 17, 2007
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Anochecía cuando la tierra comenzó a temblar. Fueron larguísimos segundos donde cundió el miedo, el estupor, el llanto, que luego se convirtió en terror… Me encontraba en el piso 9 del Hospital del Empleado visitando a unos amigos cuya madre estaba enferma, cuando de pronto los vidrios de los grandes ventanales comenzaron a vibrar.

Todos nos miramos tratando de auscultarnos recíprocamente. En ese primer momento se trataba de demostrar quien era más fuerte y no perdía la calma, pero conforme pasaban los segundos, eso fue lo último en lo que pensamos.

La gente comenzó a gritar. Unas señoras desesperadas se arrodillaban implorando misericordia al creador; Otros se arremolinaban desesperados en la entrada de la única escalera de escape que había en ese sector. Ahora comprendo porque casi siempre las peores victimas son producto de la desesperación.

Un padre al borde de la desesperación abrazaba fuertemente a sus hijos; Una muchacha llorando abrazaba a su madre que recibía suero acostada en la habitación enfrente; Una enfermera cayo desmayada en medio del largo pasillo.

Nunca antes ví un cuadro de desesperación como ese. La gente luchaba entre salir despavoridos y salvar sus vidas o quedarse para auxiliar a sus seres queridos que yacían en las camas en ese pabellón de cirugía traumatológica.

Cesó el primer remezón y cuando creímos que ya había terminado, lentamente comenzó el segundo que fue terriblemente más fuerte que el anterior. En ese punto todos perdieron la calma y rezaban en voz alta, otros lloraban, más personas cayeron desmayadas…

Una nube gris comenzó a llenar el largo corredor de ese piso del Almenara. En medio de la confusión unos preguntaban si era humo de algún corto circuito eléctrico o si acaso era polvo de las crujientes estructuras que se bamboleaban frenéticamente.

… Entonces surgió ese estruendo en el cielo y un poderoso fulgor plata iluminó el firmamento. Parecía un relámpago, pero en mi mente me dije a mi mismo: “no puede ser un trueno, ya que no estamos en la sierra”… El terremoto estaba en su clímax.

La cama donde yacía la madre de mis amigos se deslizó y comenzó a moverse sin control, Alguien gritó: “¡Es el fin del mundo!”. Otro fulgor más distante iluminó el cielo…

En ese momento pensé en lo peor. En mi mente comencé a cotejar las posibles opciones antes del desenlace… Recordé mi anterior experiencia traumática cuando tenía menos de 10 años de edad y vivía en Huaraz con mis padres.

Aquel terremoto de 1970 cobró vida en mi mente de una manera inusitada, las imágenes comenzaron a desfilar rápidamente ante mí. Pensé que haber pasado aquella experiencia ya me habría “curado” para siempre. Pero esto era totalmente diferente, más aterrador… Hasta me acordé del ataque a las torres gemelas del World Trade Center, cuando la gente se lanzaba al vacío…

En el colmo del caos se abrieron las ventanas de la habitación y en el siguiente bamboleo se cerraron con gran estrépito. Alguien gritó desgarradoramente y se colocó debajo del dintel de la puerta esperando lo peor.

De pronto se calmó todo y la tierra dejo de temblar…

La gente se abrazaba llorando, no importaba quien fuera. Todos eran hermanos en ese momento. No pensábamos si era un familiar, un amigo… Lo que importaba es que estábamos vivos y lo peor ya había pasado.
Dimos gracias a Dios. Nos abrazamos llorando…

Por Fredy Pariasca

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